Por una madre
La depresión empezó en el embarazo, yo vomitaba mucho y tenía que cocinar para mi marido y mi cuñado… me encontraba mal, yo no podía comer y ellos no se preocupaban por mí…
Siempre he querido a mi hija, siempre… tenía mucha depresión, me odiaba a mí misma… y me vinieron pensamientos de que los demonios querían hacernos daño a mí y a mi hija… no comía ni bebía ni dormía nada… luego me volví loca. Al principio quería limpiar los intestinos de mi hija, preparé un biberón para que hiciera caca y así limpiara sus intestinos, pero no quiso tomar el biberón.
Pensé que mi hija era el Demonio. Los pensamientos me decían que si quería volver a ver a mi hija tenía que hacer daño a la hija de los demonios, y empecé a pegarle. Avisé a mi cuñado para que viera a los demonios, la quería duchar, me oriné encima, salí a la calle y pensaba que todos eran demonios. Quería pegarles a todos, me miraban raro…
Terminé ingresada, hospitales, juzgados… y mucho tiempo sin ver a mi hija, que aún tiene una cicatriz en la cabeza donde no le crece el pelo.
Durante mucho tiempo habría preferido morir, por tanto tiempo sin ver a mi hija y para no seguir sufriendo, aunque en mi religión el suicidio supone ir al infierno, por eso no lo hice.
Mis hijos son mi vida. Vivo por ellos. Me dan la alegría y el valor de vivir.
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