Por una pareja
“En 2004 nació nuestro primer hijo y todo parecía perfecto. El bebé (un niño) era hermoso, sano y feliz. Mi esposa también era hermosa, sana y feliz.
Durante una semana fui feliz como nunca lo había sido, era padre, tenía una hermosa familia, finalmente me sentía adulto.
Mi esposa estaba increíble. Tenía vitalidad y energía, y estábamos disfrutando mucho de la paternidad y presentando nuestro hijo a amistades y familiares… Pero, después de una semana empecé a notar que el comportamiento de mi esposa era un poco… extraño”.
Ella estaba feliz y con energía, pero de repente era como si tuviese exceso de energía… como si el volumen hubiera subido al máximo. Comenzó a tener planes sorprendentes sobre como hacer fortuna y empezó a organizar todas nuestras pertenencias por color. Hablaba de cómo los colores parecían particularmente vibrantes, los sonidos se amplificaban y los olores eran abrumadores. Finalmente comenzó a tener conversaciones con su padre muerto… obviamente algo iba mal, muy mal”.
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